Poética viene de poiesis, que según Platón es “toda causa que haga pasar cualquier cosa del no-ser al ser”. En suma, crear. El campo está lleno de poéticas, las manos de campesinas y campesinos se entregan a diario para que la vida sea. Como pequeñas y pequeños dioses crean la vida en sus parcelas.
Pero crearnos a nosotras y nosotros mismos, cultivarnos, es una autopoiesis que nos permite el arte. Si los procesos sociales posibilitan una transformación de la realidad material, los procesos culturales posibilitan una transformación de la realidad ontológica, del ser.
El lugar del arte siempre tuvo su nicho principal en las polis, es allí donde se construyen los centros culturales y lugares para el disfrute artístico. El lugar de la creación era una postura individual del artista de la pintura, la dramaturgia, la coreografía, la composición… Un arte que su esencia estaba en el espectáculo más que en su proceso, en el virtuosismo de representar más que de representarse. Un arte que responde a una cultura hegemónica, que por más que se imponga es restringida, pues para acceder a un espacio artístico siempre estuvo el problema general de su ubicación en la urbe y de altos costos para su acceso.
Entonces concebir el trabajo cultural como un espacio para la emancipación del ser, del disfrute del tiempo que es vida, de expresar y crear colectivamente, de construir desde la importancia del proceso más que del espectáculo y relatarnos desde lo propio se vuelve necesario. La Escuela Artística Campesina (EAC) ha representado cultivar formas de habitar el territorio desde el sentir, donde el territorio nos representa y nosotras representamos al territorio. La EAC estuvo basada en el principio de trabajar en comunidad, donde las mismas personas que habitaban los encuentros fueron quienes decidieron que lenguajes artísticos explorar, que temas abordar. Esto en términos metodológicos, pero también decidieron qué día, dónde y hora para encontrarnos, esto en términos logísticos. Trabajar en comunidad es construir entre todas y todos, sumar manos, cuerpos y voces. Estamos en el país de la creación colectiva y llevamos esa posibilidad a la ruralidad.
Desde las artes vivas, la pedagogía popular, la estética decolonial y las epistemologías del sur se entreteje un arte aterrizado a las realidades materiales y sensibles del territorio, donde más que ficcionar sobre la vida, la vida misma es material para la transformación. No solo se crean productos artísticos, además se crean reflexiones entorno así mismas, sí mismos, en relación con la realidad. Recrearnos para recrear el entorno.
Toda causa que haga pasar cualquier cosa del no-ser al ser.
Platón