Hace veinte años una semilla fue en busca de la tierra, la tierra, con amor que brilla, le complace y le abraza y empieza a retoñar. El retoño también significa romper para darse paso, crecer midiendo los otoños en la balanza. Esquejarse para ampliarse, el pliegue y repliegue… la acción constante del corazón, la dialéctica de la razón.
Son 365 vueltas de la luna y han sido muchas las rabias dignas, muchas las tristezas mansas y feroces, muchas las alegrías efímeras y enraizadas y entre tantos encuentros y desencuentros, tuvimos tiempo para pensar como encontrarnos a nosotras mismas, a nosotros mismos. Buscándonos entre la certeza y la duda, entre los nuevos hombres y la propia violencia, entre la consciencia y la impaciencia, entre la paz y la tierra… que a veces pareciera una guerra.
Pusimos a prueba los caminos que nos decían que el amor tenía que ser eficaz, aprendiendo que la palabra también se camina. Que no solo la tierra, el humano también se cultiva. Qué el humano también tiene sus plagas y sus monocultivos en el pensamiento y no siempre se tienen los aciertos para alimentar el nacimiento de un nuevo movimiento en esta casa común, un movimiento de búsqueda constante de justicia que nace abajo y a la izquierda. Pero entre aciertos y desaciertos todos los días parimos, ante las contradicciones nunca nos detuvimos y como si fuese un andar en bicicleta, mantener el equilibrio y con cambios siempre se nos hizo más fácil el camino. Son veinte vueltas al sol, infinidad de silencios con ojos cerrados para mirarnos por dentro y de gritos alterados para defendernos de los violentos. Son veinte vueltas al sol que hicieron que la oruga pudiese volar.
Tantos amaneceres y ocasos juntas, de sol a sol, codo a codo, zurciendo la tierra rota, sembrando paz para a la guerra darle la derrota. Han brotado tantos frutos que en la común unión que también retoñaron las semillas de las familias, maestras de la ternura, que es una de las claves para ahuyentar una dictadura.
Cuantas ojeadas en las hojas de los libros, cuantas patoniadas en las veredas de los caminos, cuantos manotazos para rechazar lo oprimido, cuanto tiempo para ser de nuestra historia nuestros propios testigos. Es el universo tan inmenso que todo en la tierra nos puede resultar cercano. Y nos resulta cercana la paz, y nos resulta cercana la dignidad, nos resulta cercano el ser poder popular desde las veredas, calles y la institucionalidad. Pero, aunque todo nos lo quieran alejar, seguimos avanzando.
Gracias al dolor que nos fortaleció, gracias al error que reflexionado nos hizo una organización mejor, gracias a la crítica que nos afinó, gracias a todas las personas que han dejado su huella en nuestro camino y tomaron rumbos distintos, mirando hacia el mismo horizonte, gracias a nuestra fuerza que nos hizo levantar en todas las caídas y levantarnos con entereza a defender la alegría. Queremos que toda tierra sea buena, queremos que toda tierra sea libre.
Autor: Crispeto.